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- No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria
Posted by : Equipo de Catequesis
jueves, 10 de julio de 2014
En esta semana dedicada a la
catequesis queremos unirnos al salmista (salmo 113, 1) y reconocer con humildad
que hemos sido llamados a realizar un trabajo del cual no somos dignos. En
medio de nuestras debilidades, cansancios, ocupaciones, el Señor se ha dignado
a llamarnos a servirle en su viña, no por ningún mérito, pues no tenemos nada y
hacemos nuestras las palabras del pobrecillo de Asís "Soy
tan solo lo que soy ante Dios." Y así reconociendo nuestra nada y
pequeñez, damos gracias al Señor por tan gran privilegio; el poder servirlo
anunciando su palabra a los más pequeños, a los jóvenes, a las familias.
Hoy vemos cómo ha cambiado la
catequesis a medida que pasan los años y se ha adaptado a una sociedad más
demandante y a una sociedad distraída. Pero sin duda alguna vemos como el Señor
siempre sostiene su obra y aunque los catequizando mengüen, confiamos en la
promesa del Señor «Donde dos o tres se
reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt. 18,20.) Muchos
se desaniman al ver el desinterés de la sociedad en la catequesis, esto pasa
cuando apartamos la mirada del único que nos sostiene, de quien emana vida, de
quien recibimos la fuerzas necesarias para llevar a cabo este trabajo “y
mirarán a mí, a quien traspasaron” (Zacarías 12, 10.) El que deja de
confiar en el Señor por confiar en sus propias fuerzas y facultades es un
necio. Lamentablemente muchas veces nuestros catequistas caen en esta necedad y
dejamos de ver la catequesis como un itinerario espiritual y se torna una
escuela, un quehacer pesado y arduo. Luego empiezan a brotar los egoísmos, y
sale a flote el YO sobresaliente. Iniciando a comparar “yo hago más que este” o
“este no merece nada pues no trabaja tanto como yo.” ¡Cuánto daño hacemos a
nuestros hermanos! ¡Cuán faltos de caridad están nuestros corazones! Pero a veces no es esto o lo otro, sino algo
peor; el desinterés. Muchos de los catequistas que un día llegaron llenos de
ilusión a nuestros grupos terminan retirándose desanimados, cansados,
enfadados. Pero lo más triste que es que se retiran y ni si quiera preguntamos
o nos interesamos por visitarlos e
insistir en que son parte de nuestro mismo cuerpo. Gracias a Dios muchos de
nuestros grupos no conocen estos males, y muy bien hacen, pues han cimentado su
grupo en la oración. Pero otro aspecto que gran daño causa a nuestra catequesis
y en el que muchos grupos caen es el conformismo y la rutina. Es triste notar
como la catequesis en muchas parroquias no ha evolucionado y se ha quedado en
la misma clase de doctrina de hace 60 años. Con mucha razón la gente siempre
dice “… van al catecismo” y no “van al encuentro de catequesis.” Ser catequista
y catequizar no es jugar a la escuelita y a ser el profesor, han de cuidarse de
caer en este peligro todos aquellos que son o les gustaría ser docentes y se
desempeñan como catequistas, digo se desempeñan, pues si ven la catequesis como
una escuela, no son catequistas. Y luego nos quejamos que no llegan niños y jóvenes
a la catequesis, si nuestros encuentros se han tornado monótonos, aburridos,
rutinarios, fríos, y no por el clima, que por estar en Centroamérica gozamos de
un clima cálido, sino a la frialdad de la falta de amor y caridad. Quizá al
leer esto podemos decir que es extremista o que gracias a Dios no estamos en
esta circunstancia, y quizá así lo es, y hemos de dar gloria a Dios por eso.
Pero hay que examinarnos muy detenidamente en el “espejo de la eternidad” como
lo llamaba Santa Clara y reconocer en él las virtudes que necesitamos para
transformar nuestras clases en evangelización, para convertir a nuestros
alumnos en discípulos y para sembrar en sus corazones el amor, fraternidad y
caridad.
La vida del catequista no solo
presenta un itinerario de formación, muy bello, al profundizar en las verdades
de fe de nuestra iglesia. Lamentablemente, muchos se quedan en esto y ven la
catequesis como una escuela. Hoy te invito a que descubrir realmente tu
vocación, y como lo hizo Santa Teresita te veas envuelto en la “vocación al
amor.” Una semana que nos debe llevar a la reflexión, a hacer un alto en el camino,
pedir la guía del Espíritu y su asistencia para poder transformar, dejar
nuestra crisálida y permitir que nuestras alas de la fe vuelven al cielo,
llevadas por el viento del Espíritu, y gustar
lo bueno que es Dios para poder dar ganas a otros de conocerlo, amarlo y
seguirlo.
Catequista, déjate transformar por el amor de Cristo, él
todo lo merece, todo lo da, y si le sigues y le sirves, él te promete la mejor
y más grande recompensa.
¡Feliz día del catequista!