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- El Perdón de Asís
Posted by : Equipo de Catequesis
miércoles, 30 de julio de 2014
En julio de 1216, Francisco pidió en Perusa a Honorio III
que todo el que, contrito y confesado, entrara en la iglesita de la
Porciúncula, ganara gratuitamente una indulgencia plenaria, como la ganaban
quienes se enrolaban en las Cruzadas, y otros que sostenían con sus ofrendas
las iniciativas de la Iglesia. De ahí el nombre de Indulgencia de la
Porciúncula, Perdón Asís, Indulgencia o Perdón de las rosas (por el prodigio
que medió en su confirmación según alguna tradición tardía) u otros parecidos.
Más allá de las controversias históricas acerca de los
orígenes y circunstancias de la concesión de la Indulgencia, lo cierto es que
la Iglesia ha seguido, hasta nuestros días, otorgando y ampliando esa gracia
extraordinaria. En la actualidad, esta Indulgencia puede lucrarse no sólo en
Santa María de los Ángeles o la Porciúncula, sino en todas las iglesias
franciscanas, y también en las iglesias catedral y parroquial, cada 2 de
agosto, día de la Dedicación de la iglesita, una sola vez, con las siguientes condiciones:
1) visitar una de las iglesias mencionadas, rezando la oración del Señor y el
Símbolo de la fe (Padrenuestro y Credo); 2) confesarse, comulgar y rezar por
las intenciones del Papa, por ejemplo, un Padrenuestro con Avemaría y Gloria;
estas condiciones pueden cumplirse unos días antes o después, pero conviene que
la comunión y la oración por el Papa se realicen en el día en que se gana la
Indulgencia.
Primero Francisco tomó las palabras del Señor literalmente y
con gozo reparó la capilla donde había recibido la visión del Señor. Después
bajó al bosque en el valle de Asís y reparó la vieja capilla de Nuestra Señora
de los Angeles, llamada Porciúncula (pequeña porción). Por su devoción a la
Santísima Virgen y por su reverencia a los ángeles, tomó la porciúncula como
lugar de vivienda. Los campesinos insistían que ellos muchas veces escuchaban
ángeles cantando en la Porciúncula. Ahí fue donde los primeros hermanos se
unieron a El, en la vida nueva de santa pobreza, trabajo manual, cuidando a los
leprosos, mendigando y predicando el amor de Cristo. Siendo los benedictinos
propietarios de aquel lugar, Francisco pagaba como renta anual una canasta de
pescado.
Oprimido por el pensamiento de ser indigno ante la misión de
fundar la orden religiosa, subió a una cueva en las montañas. Ahí, durante una
tormenta se echó al piso y, con una perfecta contricción, rogó a su Salvador
que le perdonara los pecados de su vida pasada. En la angustia de su alma el
gritaba: "¿Quien eres tu mi querido Señor y Dios, y quien soy yo vuestro
miserable gusano de siervo? Mi querido Señor quiero amarte. Mi Señor y mi Dios,
te entrego mi corazón y mi cuerpo y yo quisiera, si tan solo supiera como,
hacer mas por amor a ti!. Repetía: "Señor ten misericordia de mi que soy
un pobre pecador."
Luego, una dulce y gentil paz, la maravillosa paz del Señor
llegó a su pura y penitente alma y le dijo: "Francisco, tus pecados has
sido borrados." Desde entonces, por la gratitud que sentía, ardía en un
deseo apasionado de obtener el mismo favor celestial por todos los pecadores
arrepentidos. Y por eso oraba y pedía fervientemente esa noche en la cueva del
bosque.
De repente el sintió un impulso irresistible de ir a la
pequeña Iglesia, la Porciúncula. En cuanto entró, como siempre, se arrodillo,
inclinó su cabeza y dijo esta oración: "Te alabamos, Señor Jesucristo, en
todas las iglesias del mundo entero. Y te bendecimos porque por tu santa cruz
redimiste al mundo." Luego al alzar su mirada, en su asombro Francisco vio
una luz brillante arriba del pequeño altar y en unos rayos misteriosos el vio
al Señor con su Santísima Madre con muchos ángeles.
Con pleno gozo y profunda reverencia, Francisco se postró en
el piso ante esta gloriosa visión y Jesús le dijo: "Francisco pide lo que
quieras para la salvación de los hombres". Sobrecogido al escuchar estas
palabras inesperadas y consumido por un amor angelical por su misericordioso
Salvador y por su Santísima Madre, Francisco exclamo: "Aunque yo soy un
miserable pecador, yo te ruego querido Jesús, que le des esta gracia a la
humanidad: dale a cada uno de los que vengan a esta Iglesia con verdadera
contricción y confiesen sus pecados, el perdón completo e indulgencias de todos
sus pecados".
Viendo que el Señor se mantenía en silencio, Francisco se
dirigio con un confiado amor a Maria, refugio de los pecadores, y le suplicó:
"Te ruego, a Ti, Santísima Madre, la abogada de la raza humana, que
intercedas conmigo, por esta petición". Entoces Jesús miro a Maria, y
Francisco se alegró al ver a Ella sonreir a su Divino Hijo, como que si dijera:
"por favor, concedele a Francisco lo que te pide, ya que esa petición me
hace feliz a mi".
Inmediatamente Nuestro Señor le dijo a Francisco: "Te
concedo lo que pides, pero debes de ir a mi Vicario, el Papa, y pídele que
apruebe esta indulgencia". La visión, entonces, se desvaneció dejando a
Francisco en el piso de la capilla, llorando de alegría, con profundo amor y
agradecimiento.
Temprano en la mañana, Francisco salio con el Hermano Maceo,
a la cercana ciudad de Perugia, donde un nuevo Papa había sido electo, Honorio
III. En el camino, Francisco empezó a preocuparse, ya que iba a pedirle al
Papa, un privilegio muy grande para una capilla desconocida. Ese tipo de
indulgencia solo se le había concedido a la tumba de Cristo, a la de San Pedro
y San Pablo y a los que participaban en las cruzadas. Entonces Francisco oró
arduamente a Nuestra Señora de los Angeles.
Cuando llegó el turno de hablar con el Papa, Francisco se
dirigió con gran humildad: "Su santidad, unos años atrás reparé una
pequeña Iglesia en honor a la Santísima Virgen. Le suplico le conceda recibir
indulgencias, pero sin tener que dar ninguna ofrenda" (Francisco pensaba en
los pobres).
-El Papa replicó:"No es muy razonable lo que pides,
pues quien desea una indulgencia debe hacer un sacrificio. Pero, bueno, ¿de
cuantos años quieres que sea esta indulgencia?
-Francisco respondió: "Santo Padre, podría usted no
darle años específicos, sino almas?
-¿Que significa eso de almas, Francisco?
Ahora Francisco tuvo que elevar una oración ferviente a
Nuestra Señora, ya que debía explicarle al Papa lo que significaba su petición.
Con mucha humildad pero con firmeza hizo su extraordinaria petición, la que ha
sido conocida como la indulgencia de la Porciúncula.
-"Yo deseo, si le parece a su Santidad, por las gracias
que Dios concede en esa pequeña Iglesia, que todo el que entre en ella,
habiéndose arrepentido sinceramente, confesado y habiendo recibido la
absolución, que se le borren todos los pecados y las penas temporales de ellos
en este mundo y en el purgatorio, desde el día de su Bautismo hasta la hora en
que entren en esa iglesia."
Impresionado por esta firme y sincera petición, el Papa
exclamo: "Estas pidiendo algo muy grande Francisco, ya que no es la
costumbre de la Corte Romana conceder ese tipo de indulgencia"
Reconociendo que esta oportunidad de traer gracias a la
humanidad, podía desvanecerse en aquel instante, Francisco añadió con fervor y
vehemencia, y con una serenidad devastadora: "Reverendísimo Santo Padre,
yo no le pido esto por mi mismo, lo pido en nombre de Aquel que me ha enviado,
Nuestro Señor Jesucristo".
En ese momento el Papa recordó que su gran predecesor
Inocencio III, estaba convencido que Cristo se le aparecía y guiaba de manera
especial a este pequeño y santo poverelo. Movido, por el Espíritu Santo, el
vicario de Cristo solemnemente declaró tres veces: es mi deseo que se te sea
concedida tu petición. Pero los cardenales que estaban presente al escuchar
esta innovación revolucionaria, protestaron y reclamaron al Papa que esta rica
y nueva indulgencia debilitaría las cruzadas. En términos fuertísimos le
exigieron que la cancelara. Pero el Papa les dijo, "yo no cancelo lo que
he concedido". -"Entonces restríngela lo mas posible".
El Santo Padre llamó a Francisco y le dijo: "nosotros
te concedemos esta indulgencia y debe ser válida perpetuamente, pero solo en un
día cada año, desde las vísperas, a través de la noche, hasta las vísperas del
siguiente día."
Francisco sumisamente bajo la cabeza y después de agradecer
al Papa, se levanto y comenzó a salir. Pero el Papa le llamo: "¿Adonde
vas, tu pequeño poverelo? No tienes garantía sobre esta indulgencia".
Francisco se volvió hacia el y con su simpática y confiada sonrisa le dijo:
"Santo Padre su Palabra es suficiente para mi, si esta es la obra de Dios
es El quien hará su obra manifiesta. No necesito ningún otro documento. La
Santísima Virgen María habrá de ser la garantía, Cristo el notario, y los
ángeles los testigos." (recordando la visión)
Francisco escucho estas palabras en su oración:
"Francisco quiero que sepas que esta indulgencia, que ha sido concedida a
ti en la tierra, ha sido confirmada en el cielo". Con gran gozo compartió
esta revelación al hno. Maceo, y juntos aligeraron el paso para ir a darle
gracias a Nuestra Señora de los Angeles en la Porciúncula.
Para la solemne inauguración de este perdón en la
Porciúncula, Francisco escogió Agosto 2, porque fue el primer aniversario de la
consagración de esta santa capilla, y porque Agosto 1, era la fiesta de la
liberación de San Pedro de las cadenas que tenía en la cárcel (Agosto 2, es el
día de Nuestra Señora de los Angeles).
En presencia de los obispos de Asís, Perugia, Todi, Spoleto,
Gubbio, Nocera y Foligno, anunció Francisco a la multitud la gran noticia:
«Quiero mandaros a todos al paraíso anunciándoos la indulgencia que me ha sido
otorgada por el Papa Honorio. Sabed, pues, que todos los aquí presentes, como
también cuantos vinieren a orar en esta iglesia, obtendrán la remisión de todos
sus pecados».
Jesús y María confirmaron su aprobación del Gran Perdón de
la Porciúncula. Una vez a un santo fraile franciscano, Beato Conrado de Ofida,
la Virgen Santísima se le apareció envuelta en un rallo de luz, con el niño
Jesús en sus brazos, en la puerta de la Porciúncula. El niño bendecía a todos los
peregrinos que entraban en la capilla de su Madre para adquirir el perdón de
los pecados.
Mas tarde los obispos de Asis y otros Papas promulgaron
documentos confirmando "El gran Perdón de la Porciúncula". La pequeña
iglesia dedicada a la Santísima Virgen se convirtió en uno de los mas famosos
santuarios de peregrinación de toda Europa. Mas tarde Gregorio XV hizo
extensivo el jubileo de la Porciúncula a todas las Iglesias Franciscanas del
mundo. En 1921, el Papa Benedicto XV
canceló la restricción de manera que se pueda obtener indulgencias cualquier
día. Según el decreto de la Penitenciaría Apostólica del 15 de julio de 1988
(«Portiuncolae sacrae aedes»), se puede ganar la indulgencia en La Porciúncula
durante todo el año, una sola vez al día. Cada año una multitud de fieles acude
allí para recibir el «Perdón de Asís» también llamado «Indulgencia de la
Porciúncula».
Fuentes:
www.franciscanos.org
www.corazones.org